Casos como el desastre de Rana Plaza, el edificio que se derrumbó en Bangladesh en 2013, que causó la muerte de más de mil trabajadores que confeccionaban ropa para marcas como El Corte Inglés; o las fábricas de Zara en Oriente y las de Apple en China, que “deslocalizan” su producción para contratar mano de obra barata, son solo unos cuantos ejemplos que ilustran este sórdido paisaje que hemos dibujado de la manera más fácil: mirando hacia otro lado.
Hay varios factores que influyen a la hora de escoger un libro y uno de ellos es el título, ¿por qué tituló su obra La Economía del Absurdo?
“Es como el teatro del absurdo, en el que nada tiene sentido. Quería establecer la paradoja de un mundo cuya economía tiene la capacidad de producir lo suficiente con una tecnología que nos permite unos niveles de producción nunca imaginados y paralelamente es la época en la que hay más gente en niveles de pobreza. Esto lleva a pensar que esta economía tiene poco sentido. La economía del absurdo concentra la riqueza en la minoría y condena a la mayor parte de la población a la pobreza”.
Cuando la sociedad se construye sobre valores capitalistas, donde se prima el beneficio por encima de todo, son pocos los que se atreven a denunciar esa realidad. Josep ha sido uno de ellos, pues ha sido capaz de apartar el ruido y entender que nos vestimos, nos nutrimos y, en definitiva, vivimos a costa del sudor y sacrificio de otros. Lo que queremos saber es ¿qué le motivó a denunciar esta situación?
“Es la reflexión de una globalización que ha generado unos niveles de riqueza para unos pocos y unos niveles de pobreza crecientes para unos muchos, no solo en los países emergentes sino también en el primer mundo. Quiero hacer la reflexión de esta carrera de mínimos de bajar costes de producción para proporcionar productos baratos en Occidente a costa de, por ejemplo, perder puestos de trabajo. Bajar costes de producción significa ir a producir a otro país donde los salarios son más bajos, no hay protección social y donde no hay condicionantes de tipo medioambiental”.
Y es que la moneda tiene dos caras, la explotación de trabajadores en países en vías de desarrollo pero, también, la pérdida de derechos del trabajador en países occidentales: “Los trabajadores del mundo occidental hemos perdido derechos, y los hemos perdido porque tenemos poca capacidad de intimidación, porque no hay un contramodelo al capitalismo centralizado, y porque la amenaza de la deslocalización hace que los sindicatos en el mundo occidental se pongan de rodillas ante las presiones de las grandes empresas, que además de precarizarnos, no pagan impuestos porque amenazan con radicarse en paraísos fiscales. El contrasentido de todo esto es que estamos creando una sociedad donde una parte de la población sobra, no tienen ninguna función y tampoco la van a tener como consumidores porque no van a tener renta para ejercer como consumidores".
La siguiente pregunta la lanza Josep: “¿Qué riqueza generan estas corporaciones? Si no nos generan riqueza, no nos generan seguridad, no generan trabajo y no generan impuestos, ¿qué sentido tienen estas corporaciones, que están por encima del bien y del mal, del poder del estado y que han conseguido estar al margen de cualquier control?”
"El pensamiento neoliberal y conservador ha conseguido presentarse como el sentido común"
La visión que se plantea es realmente sórdida: el principal problema es que nos estamos acostumbrando a mirar hacia otro lado. Sin embargo, queremos saber si el libro pretende ser una denuncia esperanzada o una visión apocalíptica. En cuanto digo apocalíptica, Josep se ríe, en ningún momento fue su intención que fuera así, de hecho, se define a sí mismo como un optimista incorregible: "En ningún caso quiero ser apocalíptico, lo que pasa es que es difícil ser optimista en estos momentos. Quiero reflejar la dinámica económica-político-social que hay que revertir y solo se puede revertir desde la política. La economía se ha convertido en una variable independiente no regida por nadie y que nos conduce a un empobrecimiento progresivo. Y ahí veo que está el interés: en la pérdida de la centralidad de la política, es decir, el desplazamiento de la toma de decisiones de la política a la economía”.
Todo esto nos hace pensar en la pérdida de la figura de Estado tal y como la conocemos, estamos siendo testigos, y muchos partícipes, del relevo del Estado por un liberalismo económico: “Los estados son una caricatura de lo que habían sido hace 50 años, ahora tienen un poder minúsculo, no pueden decidir sobre lo más importante que son nuestras vidas. Todo esto se decide en el mercado que es una especie de dios que está por encima del bien y del mal. Los ministros de economía no comunican sus políticas porque no pueden hacer nada, son puros comentaristas”.
Sin embargo, parece que la economía tiene más influencia de lo que parece y ha generado lo que Josep denomina la Sociedad Postideológica: “El mundo neoliberal y conservador ha conseguido algo bastante relevante que es presentarse como el sentido común, no como una manera de entender el mundo. Por lo tanto, todo lo que es ideológico tiene connotaciones negativas. Estamos en un mundo vaciado de ideología, donde la población asume este componente no ideológico y asume que la única posibilidad de que encontrar alguna satisfacción es convertirse en un consumidor compulsivo. Digamos que hemos perdido una cierta capacidad de ciudadanía para convertirnos en consumidores a tiempo completo con una renta que acostumbra a ser menguante. Los productos baratos, la moda barata, nos permite la ilusión de que tenemos una capacidad de consumo elevada cuando en realidad no es así”.
Una sociedad Postideológica que también es una sociedad tremendamente desigual. "La Economía del Absurdo" aborda el tema con una comparación escalofriante: el 1% de la población estadounidense acumula el 30% de la riqueza del país, lo que trae a colación los datos publicados recientemente por Intermón Oxfam. “El problema es que cuando hay una desigualdad tan grande como ésta, hay un problema de justicia, de moral, de falta de equidad, que nos revuelve un poco a la mayoría. Y más allá, hay un problema funcional. Yes que ninguna economía puede funcionar con estas características. La desigualdad actual se está cargando el mercado, se está cargando el consumo, y esto es uno de los problemas de esta crisis económica. Desde mi punto de vista hay un problema añadido que es político es decir la democracia se sustenta sobre unos ciertos niveles de igualdad, con unos niveles de desigualdad tan disparados ¿cuánto aguantará el sistema democrático? Los regímenes democráticos tienen un pegamento especial que son las clases medias. Faltos de clases medias y con una parte de la población excluida ¿cómo se va a mantener el sistema democrático? La desigualad es un elemento de destrucción de la estabilidad social.”
Queremos saber si hay otros factores que influyen en esta tendencia; factores como el Lobby: “el lobby en un sentido amplio es la capacidad de condicionar y presionar que tienen las grandes corporaciones justamente porque están desterritorializadas, no obedecen a fronteras, y tienen una capacidad de influir bastante grande. El problema es de tamaño. Apple tiene la dimensión del PIB de Suecia. Estas corporaciones, más allá del número de empleados y accionistas, no sirven a nadie más. Además, en muchos casos, las grandes corporaciones no tienen trabajadores, porque han decido externalizar la producción y en otros casos no pagan impuestos. Apple no paga prácticamente impuestos en Europa, lo gestiona todo desde Irlanda porque acordó con el Estado irlandés pagar un 2% de impuestos. La actual crisis económica es un problema de ingreso no de gasto, los que tenían que pagar las rentas de capital no pagan y los Estados se tienen que mantener con las rentas del trabajo, cuando las rentas del trabajo son cada vez más bajas. Esto no tiene ningún sentido. Entonces, ¿por qué no ponemos la economía al servicio del ciudadano? Quizás estamos ante el final de una época y empezamos a abandonar esta idea de que la economía es una variable independiente”.
"Las clases medias son el pegamento de los regímenes democráticos"
Durante toda la entrevista he mantenido una pregunta en la cabeza: ¿Cuál es el papel individual de cada persona en todo esto?¿Estamos ante una crisis de valores?
“Sí, sí”, repite dos veces Josep, “estamos un poco jugando al final de la escapada”, bromea jugando con el título de la película, “no tiene salida, pues la dinámica económica no puede funcionar con la desigualdad con la que estamos evolucionando. Además, hay otro factor, que ahora lo va a poner de moda Naomi Klein, pero que hace mucho que esta sobre la mesa: El calentamiento global. Esto es una realidad, el planeta no da para más y por lo tanto tenemos que ir hacia un tipo de economía que no se base en el crecimiento, que sea circular y abandonar los combustibles fósiles, pero queda muy poco margen de tiempo. Tenemos problemas muy serios planteados y que o bien se encuentra un sistema de gobernanza que permita decidir sobre estas cuestiones con un sentido realista o vamos hacia una época un poco caótica.”
Todo esto nos hace pensar sobre el interés de las grandes multinacionales y la concesión por parte del gobierno de trabajos que pueden realizarse de una forma limpia y ecológica a empresas más baratas e irresponsables,que no persiguen la preservación del medioambiente sino el beneficio desmesurado. “Estamos en lo de siempre, las apuestas por lo barato al final no sale colectivamente caro. Si hacemos caso omiso de los condicionantes medioambientales vamos a pagar en el futuro una factura muy alta. En el libro juego con el termino de que jugar al low cost en todos los sentidos acaba generando sociedades low cost, sociedades rotas, y nos va a salir muy caro”
Este cambio de valores nos lleva a pensar en el ahora y en el carácter individualista de nuestras sociedades occidentales: “Si no vemos mas allá de la inmediatez, del día a día, nos hemos acostumbrado como consumidores a mirar hacia otro lado, a no hacernos preguntas. Si ves que en Zara tienes una oportunidad no te planteas que alguien ha producido eso con unos sueldos de miseria o que para que alguien tenga un Ipad alguien ha pulido esa pantalla y se ha intoxicado. Consumir es un acto político, es decir, cuando tú consumes haces una opción y es una opción que tiene consecuencias. Lo que pasa es que es difícil resolver el problema de fondo porque consumidores conscientes, pues desgraciadamente, somos la minoría. Por lo tanto, la solución es política”.
"Consumir es un acto político"
Todo La Economía del Absurdo parece una premonición de las consecuencias que puede traer el TTIP, el tratado transatlántico entre Estados Unidos y Europa: “Sigue la misma dinámica económica que nos ha llevado al desastre. El TTIP supone profundizar en la desgracia. La única manera de restablecer un cierto orden es volver a un cierto nivel de proteccionismo, es decir, que los Estados puedan legislar y establecer ciertas barreas, por ejemplo, no dejar entrar productos que están fabricados en ciertas condiciones o proteger los niveles de protección social de los trabajadores”. Josep utiliza una metáfora para poder entenderlo mejor:“los grandes petroleros, por ejemplo, tienen el contenedor compartimentado porque si no está protegido, el movimiento de la carga puede hacer zozobrar el buque. Lo que quiero decir es que compartimentar ciertos sectores puedeevitar el tsunami económico”.Y finalmente,sentencia:“un mercado sin reglas no es más justo que uno con reglas, cuando jugamos a un deporte jugamos con reglas”.
Josep nos despide cariñosamente y añade una frase antes de su adiós:“Hacer un análisis un poco pesimista no está en contraposición con la acción de la ciudadanía. Todo depende de nosotros mismos, sobre todo, de nuestras decisiones políticas. La ciudadanía de bemos tener ideología y tenemos que tener opciones políticas y tenemos que reivindicar que en la política se decidan las cuestiones fundamentales. Si los ciudadanos tomamos las decisiones políticas y decidimos reempoderarnos vamos por buen camino para reescribir una historia que no nos lleve al colapso”.
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