España enviará más de 300 militares, seis carros de combate “Leopard” y unos quince vehículos blindados “Pizarro” a Letonia (antigua república de la URSS) para intentar frustrar, como miembro de la OTAN, “las ambiciones expansionistas de Rusia” en el “Este de Europa”.
Esta operación se enmarca dentro de la cumbre de Varsovia del pasado mes de julio donde los jefes de Estado y Gobierno de la OTAN decidieron desplegar en los países bálticos y Polonia cuatro batallones –algo más de 4.000 soldados y 2.500 tanques– “para reforzar el flanco este de Europa”. El Kremlin, que considera este despliegue una grave provocación, ha dicho que no se quedará con los brazos cruzados.
Con anterioridad, España trasladó cuatro de sus aviones de combate más avanzados, los Eurofigther, a la base de Ämari, cercana a la capital de Estonia, Tallin. El objetivo de los aliados, que cuentan con el visto bueno de Donald Trump, es vigilar, según confiesan, a los aviones rusos que podrían entrar en el espacio aéreo de la Alianza Atlántica.
Ante este “movimiento de ficha”, el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Alexei Meshkov, ha subrayado que “es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que los soldados alemanes se encuentran cerca de las fronteras rusas”. Respecto a España, ni siquiera mencionó a la intrépida División Azul, legión de fundamentalistas cristianos que Franco envió como apoyo a las tropas de Hitler que invadieron la Rusia comunista y atea.
“La OTAN debe recordar que el alcance de sus acciones tendrá una respuesta, positiva o negativa. Es ley de vida”, subrayó Alexei Meshkov, en declaraciones a la prensa.
Mientras tanto la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, se reunió con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, para hablar de “la policía aérea española” en la frontera rusa y enfatizar que Madrid desea una participación “muy activa” y “más real” en las misiones de la Alianza Atlántica, tanto en el Sur (Estado Islámico) como en el Norte (cosacos, tártaros, adoradores de Zaratustra, hititas y derviches).
Las tropas y efectivos españoles se integrarán en el batallón de la OTAN que liderará Canadá. Respecto a los otros tres batallones, EEUU comandará el desplegado en Polonia; Alemania, el apostado en Lituania y el Reino Unido, el contingente de Estonia. Los cuatro batallones deben estar “plenamente operativos en junio”, avanzó este mes Stoltenberg.
El despliegue de tropas de la OTAN en la “frontera con Rusia” (lo que “algunos relacionan” con el conflicto de Ucrania y la adhesión de Crimea por parte de Moscú), supone un nuevo y sonado pistoletazo de salida hacia el retorno de la Guerra Fría y la carrera armamentística.
El Secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, apodado Perro Loco, ha dicho a María Dolores de Cospedal que España y los demás países europeos deben elevar su gasto en Defensa hasta el 2% de su PIB [2] y ha dado a entender que, si los aliados no se rascan el bolsillo, “dejará que los bárbaros entren en Roma y acaben con la civilización”.
Europa sigue sin entender que le conviene mantener relaciones de buena vecindad con Rusia
Dentro de los anhelos de España de tener una participación “muy activa” y “más real” en las operaciones Norte-Sur de la OTAN, Madrid anunció que ocho de sus Eurofighter cruzarán por primera vez el Atlántico para participar junto a otras 80 aeronaves aliadas en el ejercicio Red Flag que se celebrará en Nevada (EEUU) entre el 27 de febrero y el 10 de marzo, para mejorar las habilidades bélicas de los pilotos.
Europa sigue sin entender que le conviene mantener relaciones de buena vecindad con Rusia (no son marcianos) y que lo que persigue EEUU (ya lo dejó claro Trump en su discurso de toma de posesión) es: “America First”, lo que significa potenciar la unipolaridad del Imperio, así como su dominio militar, político, mediático, económico y geoestratégico del mundo.
Y vuelve a cantar Quiquiriquí el Noble Gallo Beneventano para recordar al gran Günter Grass [3] quien ya nos advirtió del peligro del despliegue masivo de misiles nucleares en la frontera con Rusia y de la ceguera de dar la espalda al conflicto israelí-palestino, lo que a su juicio supone jugar con un fuego que podría provocar un incendio universal.
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