A pesar de que podría parecer un efecto de la crisis, la lucha de los distribuidores por ofrecer los precios más baratos y las mayores promociones ha terminado siendo, en realidad, el modelo a seguir. El problema es que es un modelo que se extiende a toda la cadena: “buena parte de la concentración de la industria alimentaria que se ha vivido en la última década, en la que las grandes empresas se han gastado miles de millones de dolares en absorber otras más pequeñas, estaba motivada por la necesidad de reducir los costes con el fin de sobrevivir a la presión incesante que las cadenas [de distribución] ejercían sobre los precios”, explica Paul Roberts en su libro "El hambre que viene".
Los oligopolios injustos
Esta dinámica habría supuesto en el sector de la alimentación la expulsión paulatina de los pequeños productores y una peligrosa batalla de banalización del consumo: “si se sigue hablando a los consumidores de precio en lugar de valor, al final les convenceremos de que el precio es el único argumento relevante para tomar las decisiones de compra en alimentación”, explica Jose Antonio Boccherini, del Departamento de Empresas Agroalimentarias del Instituto Internacional San Telmo.
Con el objetivo de copar los estantes del supermercado, tanto las grandes empresas de la distribución minorista como las de la producción, se han convertido en verdaderos coleccionistas de marcas. La multinacional anglo-holandesa Unilever, por ejemplo, llegó a tener 1.600 marcas de alimentación e higiene en todo el mundo, que terminó reduciendo a las 400 que eran líderes de mercado en los 150 países donde está presente. Hoy vende 1.700 productos cada segundo y en un mismo estante del supermercado puedes encontrar, por ejemplo, sus diversos tarros de mahonesa Hellman’s, Calvé y Ligeresa.
Los oligopolios se extienden a casi todos los sectores comerciales
Pero Unilever también es una de las seis grandes multinacionales (Unilever, P&G, L’Oréal -participada por Nestlé-, Colgate-Palmolive y Avon) que suman el 36% del negocio mundial de belleza y cuidado personal. La estructura oligopolística que conforman se vislumbra cada poco tiempo en la prensa. En 2011, por ejemplo, la Comisión Europea demostró que Unilever, P&G y Henkel pactaron los precios y se repartieron el mercado de los detergentes para lavadora en siete países de la UE durante al menos tres años.
El panorama no es muy distinto en otros sectores. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia abrió en 2012 un nuevo expediente sancionador a Movistar, Vodafone y Orange, por "posición de dominio" al fijar los precios que cobran por el alquiler de sus redes. Algo parecido ha pasado recientemente con empresas de energía, las petroleras, los fabricantes de coches, las empresas de gestión de residuos y hasta las panificadoras.
El Comercio Justo, un modelo alternativo
Ante este panorama, el Comercio Justo constituye una alternativa económica y otro modelo de desarrollo, ya que no solo tiene en cuenta los aspectos económicos, sino también los sociales y los medioambientales. El Comercio Justo asegura unas condiciones de trabajo dignas y seguras, el pago de un salario adecuado, el mismo para ellos y ellas ante las mismas tareas, la no explotación laboral infantil y la producción de manera respetuosa con el entorno natural, explica la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.
El Comercio Justo genera también mejoras en derechos humanos
Un informe de la Plataforma Francesa de Comercio Justo constata que en el 85% de los estudios realizados las productoras y los productores de Comercio Justo tienen una mejor calidad de vida, puesto que reciben unos ingresos superiores y más estables que los del resto del mercado. Otra investigación realizada por CEVAL para Trans Fair Alemania y Max Havelaar Suiza en poblaciones rurales de Kenia, Ghana, Perú e India, destaca como efectos del Comercio Justo, además del aspecto económico, mejoras educativas y avances en igualdad de género. Esto es así porque la prima social derivada de la ventas se destinaban a iniciativas en estas líneas de trabajo.
Algo parecido dice otro estudio realizado en Nicaragua por Oxfam, en la región de Jinotega, donde se constató, entre otros beneficios, la mejoría de las condiciones de salud en las familias, gracias a una mayor alimentación, el desarrollo del estado nutricional de los menores de 5 años, y la posibilidad de hacer frente a tratamientos y gastos médicos.
Trabajando alternativas, trabajando por otro modelo
El Comercio Justo apunta el tipo de camino que habrá que seguir transitando
Algo más de un cuarto de la población mundial forma parte de una sociedad de consumo para clases medias que pone a prueba cada día, en millones de supermercados, tiendas y centros comerciales, el mayor sistema productivo jamás conocido. Aunque se presenta como eficaz, es un sistema incapaz de resolver necesidades básicas como la alimentación mundial, con uno de cada ocho habitantes del planeta sufriendo hambre crónica, mientras un tercio de los alimentos que se producen cada año terminan en la basura.
Ante este escenario, cada día son más numerosas las iniciativas colectivas que no solo denuncian los excesos y defectos de este modelo de consumo, sino que construyen alternativas concretas y articulan redes y canales para un consumo consciente, crítico y responsable. El Comercio Justo es una de las propuestas que está ya en marcha y apunta el tipo de camino que habrá que seguir transitando.
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