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Caciquismo presente

7 de abril de 2017

Antidemocracia: una verdad incómoda

"Al que han deformado la cabeza desde joven para que se convierta en un emprendedor, nunca tendrá conciencia de clase por mucha hambre que pase".
(Miren Etxezarreta. Economista. Entrevista, 16/11/2016. Público.es)


Antidemocracia: una verdad incómoda

Parafraseando a Miren Etxezarreta, podemos decir que al que han deformado la cabeza desde joven para que se convierta en un súbdito monárquico, nunca tendrá conciencia republicana por mucho fascismo que sufra. Nunca tendrá conciencia de libertad por mucho caciquismo que sufra.

Precisamente, de acuerdo con los historiadores, el fascismo franquista refinó la crueldad del régimen caciquil, militarizándolo y ahogando a la España republicana (previa al golpe militar). En este sentido, el refuerzo de las funciones e instituciones del Estado franquista –y posteriormente de la monarquía– se llevó a cabo para abolir el movimiento republicano, que fue un fenómeno social y político que hizo temblar los cimientos de la hegemonía de las clases dirigentes. Y así hasta hoy.

El discurso oficial sobre la modélica transición a la democracia, mal llamada ‘transición democrática’, en España ha sido cuestionado por diversos autores [1]. La realidad de la infrahistoria española nos muestra, más que una transición democrática, una reconfiguración política del fascismo y de las fuerzas antidemocráticas.

Entendiendo la ideología fascista según la define exhaustivamente Vicenç Navarro [2]: Militarismo, machismo, imperialismo, caudillismo, catolicismo totalitario, corporativismo sindical, anticomunismo y antisocialismo. Ideología ampliamente extendida en el Ejército, en la Iglesia, en los grupos empresariales y en los partidos de derechas.

Cuatro han sido y son los pilares principales que fundamentan la solidez de las fuerzas antidemocráticas: caciquismo, fascismo, catolicismo y capitalismo. Todas ellas cohesionadas por el patriarcado irredento. Estos pilares han dejado la aspiración democrática en un estéril teatro electoral cuatrianual. Donde poner urnas ha quedado reducido a espectáculo circense, en el mejor de los casos, y en el peor, a desobediencia ‘constitucional’. Del discurso cuasirrebelde de la ‘democracia de baja intensidad’ hemos de pasar al diagnóstico médico certero, tristemente vigente, de una “sociedad enferma, infectada de fascismo” [3].

Así, echándole una mirada gramsciana a la historia, en medio de la apología del libre mercado, la explotación obrera se ha vuelto más y más difusa, incluso negada -obviamente, primero desde las instancias del poder, incluida gran parte de la Academia-, siguiendo este mecanismo petrino de triple negación:

1º) Negar la explotación obrera.
2º) Negar la misma existencia de clases sociales.
3º) Negar la necesidad del análisis de la explotación.

Así, bajo este escenario, poco importa ya lo acertado o erróneo de Marx. No sería más que un ejercicio de imaginación, de ciencia ficción, y acaso sólo de ficción, al que paradójicamente se puede presentar incluso como antidemócrata.

¿No es socavar los principios democráticos perder la soberanía monetaria?


La reconfiguración política del fascismo y de las fuerzas antidemocráticas en España muestra cómo el anhelo democrático ha sido ahogado sin miramientos, dejando el mero cascarón electoral para calmar la insurrección social y, sobre todo, darle legitimidad a la nueva situación de violencia neofascista bajo la faz neoliberal. Basta observar en la historia reciente española el pánico empresarial que se produjo ante las expectativas de unas terceras elecciones. La aversión antidemocrática de los poderosos se vuelve clara y diáfana cuando la sociedad decide pararse y preguntar: ¿hacia dónde vamos?

Mientras tanto, otros lúcidamente se dan cuenta del engaño de la ‘democracia’ monárquico-parlamentaria [4]. ¿No es socavar los principios democráticos perder la soberanía monetaria? ¿Un país con las mayores tasas de economía sumergida de Europa puede denominarse democrático? Seamos claros: Un país gobernado por fuerzas caciquiles no puede ser jamás una democracia, aunque lleve ese título escrito en sus leyes, algo que Joaquín Costa [1846-1911] no se cansó de denunciar en su célebre “Oligarquía y Caciquismo”.

Repitamos: Un país gobernado por fuerzas caciquiles, aunque de democracia se vista, caciquil se queda.

Basta ver cómo un partido imputado por corrupción hasta las trancas sigue gobernando, dejando la marca España a la altura del betún, un partido que debiera haber dimitido y disolverse, que sigue cacareando sin cesar que son los adalides de la libertad y de hacer las cosas como dios manda, adanes de la transparencia. El lenguaje es suyo, ha sido secuestrado, crean la verdad y la mentira. Si dicen que la tierra es plana, automáticamente el globo se desinfla hasta ajustarse a su enunciado. Cómo derribarlos de su pedestal, qué idioma habremos de aprender para dejarles cacareando en su gallinero…

Necesitamos reeditar el libro de Saramago sobre la ceguera social retitulándolo algo así como ‘Ensayo sobre la antidemocracia’. Alguien me sugerirá, con acierto, que sería mucho mejor su libro hermano: “Ensayo sobre la lucidez”, aunque es menos conocido, ¿por qué será?


*Profesor en la Facultad de Empresariales y Turismo de la Universidad de Extremadura

Juan Agustín Franco Martínez*  

Notas

[1Basado en lo esencial en un extracto de la ponencia “Caciquismo vs. Democracia” presentada en el Congreso “Extremadura durante la transición democrática (1975-1983)”, Cáceres, 18 y 19 nov 2016.

[2Navarro, V., “Tergiversaciones de nuestro pasado: Una visión republicana de nuestra historia”, Cuadernos Republicanos, 62: 11-45, 2006

[3Marcelino Camacho, 1976, citado en Asamblea de Yeseros y Escayolistas de Badajoz; Vega, J. y Cañada, M., La huelga más larga, Málaga, Zambra y Baladre, 2011, página 60.

[4Duran, Enric, “De la vía institucional a la revolución integral”, Publicacio Crisi, 04/07/2016, disponible en: https://fair.coop/es/de-la-via-institucional-a-la-revolucion-integral-1/

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