Uno de los objetivos de la UE es el establecimiento de un Espacio de Libertad, Seguridad y Justicia (ELSJ), un espacio en el que esté garantizada la libre circulación de personas y al mismo tiempo la seguridad y protección de las mismas. Este Espacio ha sido imprescindible para la construcción de un lugar común que reúne a los diferentes pueblos que conforman la UE. Su creación es, en sí misma, importante pero cobra mayor importancia si la ponemos en relación con otros objetivos de la Unión. La creación de un verdadero mercado interior, la creación de una unión económica y monetaria o la creación científica y técnica se han visto favorecidas por su existencia.
El 14 de junio de 1985 se firmó el acuerdo Schengen que suprime las fronteras comunes entre los países firmantes y establece controles comunes en las fronteras exteriores de esos países. La cooperación y la coordinación entre las policías de los distintos Estados y las autoridades judiciales garantizan la seguridad en el ELSJ. Una seguridad que nos protege de la existencia de redes criminales y terroristas, de la ciberdelincuencia, del tráfico de seres humanos, drogas y armas o del blanqueo de dinero y la falsificación de mercancías.
El artículo 6 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE establece que “toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad”. Juntos en un mismo artículo libertad y seguridad tienen el mismo valor. Ahora bien la seguridad está siendo considerada más necesaria que la libertad. El proceso de globalización ha hecho que el mundo sea cada vez un lugar más incierto. Como es lógico buscamos la seguridad pero debemos ser conscientes de la inexistencia de una seguridad total por lo que hay que convivir con cierta incertidumbre. Preservar la seguridad manteniendo la libertad no debería suponer un conflicto. Por conseguir una mayor seguridad no podemos dejar de respetar los derechos y libertades que tiene toda persona sea ciudadano de la Unión o no. No hay que perder de vista el artículo 13 de la Carta de los Derechos Humanos donde se establece que toda persona tiene derecho a circular libremente y el artículo 14 donde se especifica que “en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo y a disfrutar de él, en cualquier país”. No hace falta recordar la universalidad de los derechos fundamentales y su obligatoriedad. Por tanto el poder cruzar las fronteras de la Unión no es algo que debieran permitir o no los Estados sino que es un derecho que corresponde a todas las personas. Toda normativa debe respetar y garantizar los derechos fundamentales.
“Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad”, Art. 6 Carta de los Derechos Fundamentales de la UE
La supresión de las fronteras interiores que tanto ha beneficiado económicamente a los Estados de la Unión implica que los países adheridos deben cooperar entre sí para mantener un alto nivel de seguridad dentro del espacio Schengen pero también que han de compartir la responsabilidad de la gestión de sus fronteras exteriores comunes. Todos los efectos positivos que tiene la inmigración se perderían si se limita la libertad de movimiento de las personas. No olvidemos que la población europea es cada vez más anciana y necesita rejuvenecerse. La inmigración es importante social y económicamente. La Unión debe esforzarse en la cooperación y la coordinación tanto entre los Estados miembros como con terceros países. Establecer una buena cooperación con los vecinos que no pertenezcan al espacio Schengen y cuyo territorio no forme parte de la UE no debe verse como un gasto imposible de asumir en tiempos de crisis sino como una inversión para la sostenibilidad en el futuro. Si se quiere una solución a largo plazo se necesitan inversiones tanto dentro de la Unión como fuera.
El contenido del discurso que ofreció el Papa el pasado 15 de noviembre en el Parlamento Europeo sobre el papel que le corresponde desempeñar a Europa aporta una visión muy clarificadora. Aun matizando algunas de sus ideas creo que el Papa expone de forma muy clara la situación en la que se encuentra Europa y por dónde debe avanzar. Un mundo complejo, interconectado y global crea dificultades, pero esas mismas dificultades pueden ayudarnos a trabajar de forma más solidaria. Europa debe promocionar la defensa de los derechos humanos y favorecer la dignidad de la persona sabiendo que tiene derechos y también obligaciones. Europa debe buscar el bien común de todos los ciudadanos y ciudadanas de los Estados miembros. Por ello, como dice Bergoglio, es necesario afrontar juntos la cuestión migratoria. Por una parte se deben poner en práctica legislaciones capaces de proteger los derechos de los ciudadanos europeos y garantizar al mismo tiempo la acogida de los inmigrantes y por otra adoptar políticas que ayuden a los países de origen en su desarrollo sociopolítico y apoyo para que puedan solucionar sus conflictos internos.
La población europea es cada vez más anciana y necesita rejuvenecerse
El próximo 25 y 26 de junio, en la próxima Cumbre Europea, se intentará aprobar el sistema de cuotas para la acogida obligatoria de inmigrantes que tanto han criticado los Estados. En el contexto actual no podemos aceptar de los Estados Nación una negativa a las cuotas sin la presentación de propuestas alternativas. La globalización de los problemas hace que sea imposible su solución desde el egocentrismo de los Estado Nación. Se comportan como un jugador que desconoce las consecuencias de no colaborar en el dilema del prisionero de la teoría de juegos.
Clarificación de criterios y compromiso, más diálogo y cooperación y menos desconfianza es lo que necesita la Unión. Los Estados Nación no se pueden desentender de su responsabilidad. No basta con exigir medidas a la Unión, no aceptarlas y no proponer medidas alternativas. Medidas claras que mejoren la eficacia en la gestión de los flujos migratorios, una aplicación realista de la política de asilos, una propuesta firme a favor de la equidad en el trato de los nacionales de terceros países que residan legalmente y la prevención de la inmigración ilegal y la trata de seres humanos. Trabajar a favor de la seguridad en materia de migración pero sin menoscabar la libertad y movilidad es un reto posible de alcanzar si hay voluntad. Trabajar a favor de la inmigración legal y la cooperación al desarrollo sin focalizar los esfuerzos únicamente en el control obsesivo de la inmigración irregular es posible si los Estados Nación dejan su egocentrismo infantil.
Schengen garantiza desde hace 30 años la libre circulación de personas, suprimiendo las fronteras interiores y estableciendo una única frontera exterior que todos los miembros deben gestionar. Todos los Estados tienen obligaciones y responsabilidades sobre el desafío que representan los movimientos migratorios. Los ciudadanos debemos exigirles una vez más que se basen en los derechos fundamentales para la toma de decisiones y no en intereses particulares, egoístas e interesados.
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